jueves, 13 de enero de 2011

Homeless

Hoy a la mañana, descubrí que existe una forma de volverse invisible.
Solamente hace falta, no tener un lugar cubierto para dormir, ni tener la suficiente fuerza o entereza para poder proveerse de lo esencial, y que la única opción viable para descansar el cuerpo maltratado por el tiempo y la tristeza, sea acostarse en la vereda, usando el escalón de un local, como almohada.
Casualmente, el local donde yo trabajo todos los días.
Hice una pequeña aproximación mental de cuales pueden ser las reacciones y acciones de los "vecinos del barrio" ante una situación de este tipo.
La que se lleva las palmas y el premio mayor, es la de jugar al juego de "pasemos por al lado de ese hombre, como si no estuviera ahí". El grado de invisibilidad alcanzado por esta persona, se incrementa dependiendo la zona de la capital federal.
Otra reacción mas bien conchuda, disculpen la expresión, es la que le nace a una persona "de bien", esa que cree que la fuerza pública tiene el deber de ocuparse de un "problema" de estas características, y a la cual se le ocurre, por ejemplo, localizar a un policía, al servicio de la comunidad, no tanto por la preocupación de que un hombre de 60 años, curtido por el sol, deshidratado, esté durmiendo en la vereda, sino más bien, para que alguien se ocupe de llevárselo a otro lado, porque su presencia opaca la moral y las buenas costumbres. No sea cosa, que ese individuo ahuyente a los caniches que dirige el pasea-perros.
La inversa de esta variable, la aplican ciertas personas que, guiándose por esa moral enfermiza, intentan "asistirlo", solo para después ir al banco de la vuelta y extraer los billetes con la conciencia  limpia de que hoy no fueron tan soretes.
Todo esto se me iba cruzando por la cabeza, mientras abría la puerta del local, bajaba por la escalera al depósito donde está el sparkling de agua, llenaba un vaso con agua fría, volvía a subir la escalera y de nuevo abría la puerta. Me cuesta hablar en un tono alto, pero igualmente me esforcé e intenté con un "¡Señor! ¡Señor! ¿Está bien?" Supongo que me habrá detestado por interrumpirle el sueño, medio despabilado, se incorporó con una agilidad más que sorprendente para su edad, quizás la costumbre lo había entrenado asi. Me miró, y volví a preguntarle como estaba, ofreciéndole el vaso con agua...le comenté que el sol estaba pegando fuerte,  y que quizás en el parque estuviera más fresco, y volví a ofrecerle el vaso. No me contestó, solo me miró, y se fue andando despacio hacia el parque.
Me odié por no tener otra solución, odié al barrio, a la gente, al sol, y si exteriorizo esto, no es para dejar registrado mi "buen accionar", que de bueno no tiene nada, es algo básico me parece, que debería estar latente en cualquiera, aunque catalogando culpas, responsabilidades y reproches inocentes, siento que diluyo aun más mi bronca y mi impotencia.
Esa persona, no es un problema, no es una cosa, no es un "sujeto peligroso", y la gente no es mas solidaria por escandalizarse del "pobre hombre"..asco me dan los que lo vuelven invisible o lo criminalizan o los que se sienten solidarios por "darle una mano". Se que muchos prefieren no cargarse del dolor ajeno porque si no, no podrían seguir tranquilos con sus vidas, pero yo, al menos, no quiero estar mas adormecida.

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